Papá, yo te quiero contar un cuento, de esos que me enseñaste a vivir desde pequeño. Nunca los escribiste, pero no te preocupes, quedaron impresos en mi mente.
Nunca te lo dije, pero el primer viaje que tuvimos juntos, ese donde me llevaste a tu pueblo, es el mejor que hasta la fecha he tenido. En esta historia un auto casi caía al barranco, y tú, todavía con cierta paciencia, me calmaste y salimos por la puerta que no daba al vacío. Ya en un transporte alternativo, y sin techo, pude por fin ver uno de los cielos más estrellados que hayan existido. Me dijiste que así siempre era en tu casa.