martes, 12 de julio de 2011

La niña más grande (o la vieja más niña)

Cuando nació se cayó de la cama”, “le faltó oxígeno”, “es algo hereditario”. Mil y un respuestas han dado para justificar su condición. Lo único cierto es que de su origen nada se sabe.

Los más viejos de la colonia mencionan que un día llegó y saludó como desde hace 50 años lo hace: buenos días, tardes o noches, según sea el caso. O al menos eso trata de hacer. Quienes la conocen entienden sus palabras, lo que realmente sale de sus labios es algo  así como: “Mueños ñías jven”. Sí, es gangosa.


Su metro y medio de estatura fue disminuyendo con el paso de la edad, ahora, con 10 centímetros menos y la joroba que comprime más la estampa, camina horas y horas por calles de Neza. Su rostro tiene arruga sobre arruga, sus ojos quedan cubiertos entre párpado y mejilla, aún así, cuando sonríe, mueca que hace frecuentemente, deja ver unos ojos color miel. Su cabellera blanca, china y despeinada ayuda a ganar un poco de estatura.

Su vestimenta es variada, la consigue sin pedir, quienes tienen ropa en su casa, sin usar, se la regalan.  Ella sabe cómo combinarla. Para jugar: unos pants azules hechos a la medida con tijeras junto a una blusa de algodón y cuello de tortuga que cubre con un babero blanco con azul; para pasear: unos zapatos negros de piso, con un hoyo en el del pie derecho, un pantalón mezclilla rota, no por la moda sino por el uso, y una blusa blanca de mezclilla.
"Su metro y medio de estatura fue 
disminuyendo con el paso de la edad"

Lupita, como la llaman todos, es hazme reír para la “bolita de la esquina” que la agarra de bajada. “¡Córrele lupita que ahí va el perro: Guau, guau!”, su mente de niña no la deja entender el engaño en el cual ha caído y, mientras lágrimas escurren por sus ojos, grita “!Ña, ñejame, ñejame por avor!”.

En una ocasión ella se vengó. Una noche de navidad entró a una de las tantas casas donde es querida y, para unirse a la fiesta, tomó el primer vaso que encontró servido, lo bebió de un sólo trago, hasta las últimas gotas pasaron por su boca y recorrieron sus sentidos hasta que el alcohol activo del tequila Don Julio empezó a hacer efecto en los pensamientos de su mente. Se armó de valor y, viendo a “la bolita” reunida en la esquina, se acercó con una seguridad envidiable y gritó: Ttolos, tolos, ñinguen a su male”.

Duerme en casa de doña Rebeca. No son familia pero la soledad les ha dado el mismo apellido. Las dos, como pueden, tratan de cuidar la una de la otra. Lupita va por las tortillas, pide comida con los vecinos (y dulces también), juega en la calle con los niños y se duerme temprano, mientras doña Rebeca cuida la casa, la puerta, espera que algún día uno de sus dos hijos vuelva a entrar por esa puerta naranja que se cae de oxidada.

Lupita ha visto crecer a más de una generación. Jugó con muchos niños que ahora, adultos,  la ven, saludan y acompañan en su caminar.  Stop, avioncito, escondidillas, quemados, bote pateado y los encantados son parte de su repertorio que, sin proponérselo, ha pasado a las nuevas generaciones de niños que ahora son sus amigos.

“Uño, los, tles, ¡Ahí ñes voy!”, Lupita juega a detective, busca debajo de un auto, detrás de una maceta, cierra un ojo para afinar la vista y observar debajo de una puerta, Juan, Leslie y Johana fueron descubiertos. Y cuando  ella debe esconderse aplica una técnica poco peculiar: sube a la defensa de una camioneta o  auto, se sostiene usando sus pequeños dedos que sirven como ganchos y, cuando el buscador se aleja lo suficiente, corre con todas sus fuerzas, mueve sus pies sin separarlos mucho y sin mucho aliento, llega a la base para gritar: “¡Ñalvación por tolos mis añigos!”.

Y es que para muchos, Lupita no está enferma, no tiene  algo malo, no “se cayó de la cama”, todo lo contrario, en su cuerpo y mente, la niñez encontró el mejor lugar para quedarse, y ese don, pocos pueden tenerlo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario